Siempre pensé que perderse era algo negativo. Mala señal, la hemos liado. Nada mas lejos de la realidad. Contradictorio, Contratransferencial. Nunca me había sentido mejor situada que cuando decidí perderme. Impulsos. Sentimientos. En el fondo esta vida la guían los latidos, por mucho que nos encante decir resabiadas frases racionalistas que pongan cada cosa en su sitio. Nos crecemos, nos mareamos los unos a los otros con estupideces y tan solo somos conscientes de nuestros fallos cuando llevamos un rato quietos en el mismo sitio, cuando nos concedemos un mínimo para pensar. Parece que las cosas van bien, parece que van mal... ¡Habrase visto tamaña tonteria! Competitividad, odio, angustia, crisis y éxtasis. ¿Que más dará? Llegue a igualarme por un tiempo, luego me di cuenta que lo único que había fallado todo este tiempo fue que intenté tomar el control de mi vida. Somos seres humanos, nacimos y vivimos jodidamente perdidos. Cuanto más intentamos encauzarnos más se tuerce el camino. Me prometo a mi misma, me lo prometo, las cosas han de seguir su curso, me dejaré de chorradas persecutorias, ahora sonrío.
Cuantas estupideces pueden llegar a decirse, hacerse, pensarse e incluso temerse sin objeto ni remedio. Idiotas. Todos idiotas. Sin distinción. Y cuando lo veo, cuando lo siento, cuando lo compruebo... ¡Ay de mi ! Me siento completa. Al nivel del cielo. Os miro desde arriba, chiquititos. Y sonrío. Perder el control, uno de esos pequeños placeres que iluminan el contraluz de mis días.
¿Que el viento sopla? Vámonos

2 comentarios: