OST - The ponytial parades - Emery

A estas horas, con mi común insomnio, me surgen las ganas de escribir. Menuda locura la mía, las cinco de la mañana, se dice pronto. Pero una no puede ponerse un acústico de Emery y esperar que no le salgan todos los pensamientos a una, peleandose por ordenarse. No son preocupaciones, tampoco arrepentimientos pasados... puedo decir con una inmensa paz interior que se trata de ilusiones. He tenido una especie de viaje astral... ¿se llamaban así, no? Esos momentos en los que sales de tu propio cuerpo y te ves desde fuera. No sé, puede que esté volviendome loca, no lo niego. El asunto es ese, me he visto desde fuera o, para que lo entienda cualquier ser humano, me he planteado mis posibilidades desde un punto de vista objetivo.
Recuerdo la última vez que pasé por esto. Aquel momento en el que pude volver a escuchar Halo sin echarme a llorar. En esta ocasión no se trata de Halo ni de cualquier otra anécdota lacrimógena. En este momento, el punto en el que me he visto superior a cualquier forma de pesimismo ha sido mucho más etéreo... me he descubierto a mi misma sonriendo mientras decía para mis adentros "ya está, has sobrevivido". No voy a mentir, sé que las cosas no son ni blancas ni negras y que los momentos que vienen tendrán sus cosas malas y entonces, cuando baje la guardia, puede que le pegue algún puñetazo a la almohada. Pero... ¿que leche? Es un hecho, no puedo luchar contra ello.

Lo que sé ahora, en este mismo momento, según escribo, es que mañana despertaré y lo primero que haré será sonreir (y no volveré a pasar el día en la cama preguntándome ¿por qué?) Ahora mismo sé que ésto es cierto, que necesitaba escribir y la Moleskine está lejos, pero no es un acto de alardeo e inmadurez. Me lo dedico a mi, esto es real y no intento autoconvencerme ni autoconvencer a nadie. Ahora mismo sé que los acontecimientos son solo eso, cosas que pasan, no serán golpes, no serán causa de más días sin ganas, porque ya no puede haber más, el tope llegó. Ahora tengo la seguridad de poder quedarme sola en casa haciendo cualquier estúpida minucia, sin distracciones, amigos o grandes planes y no voy a derrumbarme. No necesito castigar mi hígado, no necesito abrazos y halagos de "quién sea", no necesito una excusa, no necesito un viaje para huir, no necesito un trabajo para distraerme. Ahora me bebo las copas que me piden el cuerpo y la mente, me abrazan y halagan cuando es debido, evado pretextos, viajo para cumplir mi sueño y mi trabajo es el lugar de reunión con mi gente.

Como de todo en esta vida, he aprendido. Recuerdo aquella nochevieja en la que escribí, en lugar de dando gracias a la gente por tal o por cual en el último año, me di las gracias a mi misma por haberme dado cuenta de que los que están se van, los que se han ido raramente volverán y que, de los que no se nada y llegarán, algún día tendré grandes recuerdos.

Ahora me pasa algo muy parecido. Aceptar que termina una etapa, sea con una sonrisa o con unas cuantas lágrimas, es síntoma de madurez y aprendizaje. Hasta de lo más horrible se saca un punto reflexivo y en esta ocasión, como siempre que alguien nos hiere, he aprendido una barbaridad. No quiero decir que ahora vaya a fiarme tan sólo de mi sombra o que vaya a tomarme la revancha con quien me rodea, nada más lejos de la realidad. He aprendido que por perfecto que sea todo y todos, estas cosas pasan. No puedes hundirte y cerrarte en banda. Han pasado y seguirán pasando. Pero vendrá muchísima gente maravillosa y con suerte, algunos de ellos vendrán para quedarse.

Estoy contenta de poder decir que me quiero y que no siento odio. No se si el spa y tanto té árabe me habrán convertido en la nueva hierbas del lugar (filosoficamente hablando) pero tengo claro que este fin de semana ha sido un antes y un después.

Buenas noches (o mañanas) Madrid.

Os dejo con: Cut - Jimmy Eat World.

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