conocías la fecha de caducidad

Caprichosa, la rutina no se merece otro piropo. Te lleva a convivir durante largas temporadas con gente de la cual podrías recitar millones de detalles.
Conocíais vuestras fobias y pasiones, plato, color y número favorito. Encima o debajo, luz encendida o apagada, lo que os apetecía hacer los fines de semana, los dejes al hablar y las palabras que os hacían estallar cuando peleabais (las cuales se usaban a menudo para acabar con la paciencia ajena).
Caprichosa la llamaba y no me equivoco. Tan facil como fue en aquel momento recordar los rincones de una piel, ahora se antoja imposible recordar siquiera los rasgos de su cara, lo que le hacía reir o en que lado de la cama dormía. Supongo que en el lado derecho pues yo siempre duermo en el izquierdo...supongo... Un primer beso siempre latente que ahora ves borroso. ¿Recuerdos? Como de cualquier otra época recordarás anécdotas. Azoteas y una estrella al más puro estilo Marc Levy, los fuertes, o un andrajoso minigolf en el que reíamos pensando que nadie podría robarnos esos momentos. Pero ya no recordarás el tacto, los olores o si os agarrabais fuerte la mano cuando estabais en el cine. ¿Que gritabais cuando veíais un partido de futbol? Siempre tenías frío, o quizá fuese calor, ya no lo recuerdo. Talentos ocultos de esos que todos tenemos, no podría decir ahora los tuyos porque todo quedó enterrado. Y por eso llamo caprichosa a la rutina, que nos hace estudiar sin proponérnoslo a aquellos que nos rodean para echar de menos cada detalle cuando nos falten, pero luego, sabia como ninguna, nos lleva a olvidarlos como si de una canción infantil se tratara, para que cuando ya no duela, puedas plantearte por qué dolió tanto, si ya ni siquiera lo recuerdas.